Nuestros sabios antepasados decían: es mejor estar mal alimentado que mal dormido. Este postulado ha sido confirmado por la investigación científica en todo el mundo. La principal conclusión a la que han llegado los científicos es que la esperanza de vida de una persona depende de la duración del sueño.

La privación crónica de sueño tiene un efecto negativo en el organismo y favorece el desarrollo de enfermedades graves:

debilitamiento del sistema cardiovascular;
Deterioro de la función cerebral: aparición de una tendencia a la demencia, mal humor y bajo rendimiento;
riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2;
sobrepeso;
una disminución de la inmunidad, de la resistencia a los resfriados y a las enfermedades víricas. Si se ha administrado una vacuna profiláctica, se reduce su eficacia.
Cada uno de estos fenómenos puede reducir la calidad de vida y provocar graves problemas de salud.

El concepto de sueño profundo
El sueño es un proceso cíclico, en el que se alternan dos fases de sueño durante la noche. Se denominan fases lenta y rápida. El sueño lento del adulto dura entre 1,5 y 2 horas. A continuación, se produce un periodo de sueño rápido, que dura entre 5 y 10 minutos. Durante la noche, tienen lugar entre 4 y 5 ciclos. Cuanto más cerca esté una persona de despertarse, más corta será la fase de sueño lento y más larga la fase de sueño rápido.

Resulta que con 8 horas de sueño, la duración del sueño lento es de 6,5 horas. En la estructura del sueño, la fase lenta es la que permite el sueño profundo. Consta de 4 etapas:

Sueño ligero, quedarse dormido, dormitar: un estado límite entre soñar y dormir. Los músculos están relajados, la conciencia confusa y se puede hablar con ella, pero no esperar que sea totalmente adecuada.
Al dormirse, el sueño es sensible, capaz de ser interrumpido por la más mínima influencia externa. Pero poco a poco el corazón ralentiza su ritmo, la temperatura corporal desciende y la conciencia se apaga.
Profundización del sueño. Los médicos llaman a esta etapa sueño delta.
Una inmersión en la etapa de sueño delta lento, un modo de consumo mínimo de energía. Los músculos del cuerpo están completamente relajados, el pulso y el ritmo respiratorio se ralentizan y el cerebro se desconecta del mundo exterior. Una persona profundamente dormida recibe la visita de los sueños. Es difícil despertarlos y, si se consigue, la persona despierta estará desorientada y “rota”.
La fase de sueño profundo es extremadamente importante porque durante este periodo tienen lugar los procesos necesarios para que una persona descanse adecuadamente:

el cuerpo se relaja reduciendo la actividad del sistema nervioso simpático;
se producen procesos regenerativos;
los procesos metabólicos se ralentizan;
el pulso se vuelve infrecuente;
se producen hormonas anabolizantes: la hormona del crecimiento y la testosterona;
se reduce la producción de hormonas del estrés como la adrenalina, el cortisol, etc.
Mientras que el sueño lento es necesario para que el organismo funcione correctamente, el sueño rápido restaura las funciones mentales. Por ello, un sueño profundo y productivo se considera una cura universal para todas las enfermedades.